Cuando la palabra no alcanza; cuando el silencio es ofrenda…
Caminás desgarrada por cada paso que das como si fueses un médico que tiene vedado desnudar a su paciente.
Cumplís tu condena (naciste estrellada) y sólo a él te entregás; a esa voz que a tu voluntad doblega…
La carne abierta hace de tu cuerpo garganta, de tu andar salvaje melodía.
Caminás tratando de develar el oculto sentido del destino.
Cada paso es caída. Cada paso la muerte acompaña tu latido, cada paso es salto, es abismo y averno…
Comprendés que la sed no cede y sediento tu grito: sangra tu garganta y ahoga tus pulmones.
Late solitario tu corazón, no hay oídos que lo escuchen que comprendan la música del desgarro sincero y de la muerte que asecha.
¡Clama tranquilos paisajes!
(que jamás verá)
Tenés moribundos los párpados.
Desoís despierta tan indigna exigencia, muy cercana a la furia, un temblor que hasta al tuétano conmueve te obliga a continuar.
Decididas, certeras, unas huellas sin huella grabarán en la tierra el peso de tu paso.
Agobiada de espanto; el alma desnudás y a la soledad la entregás…
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