Para adquirir el libro NADIE SIENTE CON MI PIEL de Sandra A. González Saavedra (click abajo)



Para adquirir el libro NADIE SIENTE CON MI PIEL de Sandra A. González Saavedra (click abajo)


Editorial Dunken - Librería on line

lunes, 30 de diciembre de 2013

Inevitable (noche vieja)

No creo en los aniversarios fúnebres. Y lo puedo decir en voz alta hasta el cansancio y lo puedo escribir acá o en cualquier otro lugar y lo puedo pensar tan fuerte como si lo enunciara en voz alta porque real, sincera y verdaderamente no creo en los aniversarios de muertes.  Ahí aparecen cosas de mi misma que no me cierran. Dado que me importan tanto los cumpleaños, que considero infaltable el brindis adecuado para cada año nuevo, que tengo una memoria infatigable para las fechas redondas parece una rotunda estupidez que no crea en los aniversarios  fúnebres y, sin embargo, es lo que es. (Quizás influye eso de que la fe no es algo que pueda razonarse, ¿quién sabe?)
Sin embargo, cuando llega un día tan difícil que me dura casi 72 horas de pena infranqueable y de cuerpo triste y cabeza embarullada. Cuando me sorprende a mi misma tener este humor tan particular que casi nunca me define. Cuando todo lo que habitualmente forma parte esencial de mi vida me cuesta tanto. Cuando me descubro pensando que me desconozco, aparece un calendario que me dice que otro año termina  y descubro que es, otra vez, este fatídico día.

viernes, 27 de diciembre de 2013

Así no...


Me desperté llorando. Cuando chilla el despertador, cuando el día es pura promesa y la luz asegura que el sol está saliendo y el clima es amigo y mi cabeza normalmente canta canciones y yo debería sólo querer bailotear descalza hasta la cocina y desayunar, justo cuando habitualmente refunfuño un poquito contra las obligaciones que me impiden seguir soñando o dedicarme de lleno a disfrutar de un café con leche con tostadas con manteca y dulce casero, me desperté llorando.

Y esa no soy yo, esa no quiero ser yo. Y no quiero responder al impulso de pensar que se me están pegando los hábitos ajenos que no me agradan. Y no estoy dispuesta a permitirme ser una persona que se despierta llorando. Y no pienso, ni por un segundo, sucumbir a la tentación de buscar en todas las cosas tristes u oscuras de mi interior para alimentar la ilusión de poder descubrir por qué un día, un precioso día, se me ocurre despertarme llorando. No voy a alimentar monstruitos internos ni a negar las penas que cargo ni a esquivar mis propios rincones oscuros.

Simplemente voy a salir al mundo, a descubrir que vale la pena seguir amaneciendo, a sentarme chinito, a respirar profundo y lento, a distender los hombros. Voy a poner música y a regalarme mimos mínimos y a elegir qué ponerme esta noche que combine con mis nuevos y adorables zapatos rojos. Voy a contarme a mi misma que sigo teniendo la misma asombrosa capacidad de reconstruirme y que todavía puedo, por gloria y gracia de mis carcajadas estridentes, llenar de luz mi oscuridad.
 


jueves, 26 de diciembre de 2013

¿La ves?

 
Mirala, ¿la ves? Sentada en plena noche, mirando para arriba como quien contempla el cielo. Respirando profundo, pausado, para sosegar la cabeza y el cuerpo. Estática, sola y a lo oscuro como quien piensa en calma o como quien procura aplacar inquietudes.

Mirala, ¿la ves? Con el cuerpo repleto de susto. Ni pavura, ni desazón, ni desarraigo. Susto puro. Susto llano. Ese temor que recorre de lado a lado, que alimenta e intranquiliza. Ese susto primario y primitivo que despierta todas las terminales nerviosas. Esa mezcla de ansiedad, curiosidad y miedo que despabila los sentidos y eriza la piel. No es terror, no inmoviliza, no estanca. Es susto.
Ese susto que, como las cosquillas mansas, la vuelve alerta y receptiva, lista para todo aquello que promete sorprenderla y desbordarla…

lunes, 23 de diciembre de 2013

PARA MIS ADENTROS







En mi cabeza se aglutinan miles de palabras. Se juntan, se conocen, se saludan, se invitan, se acompañan, se pelean, se distancian, se reordenan. Frases completas que surgen, que crecen, que viven entre mis ideas, que se acurrucan en mis neuronas, que se quedan ahí, listas, predispuestas a ser dichas o archivadas o modificadas o agrupadas.
 

Cocino y se me llena el cuerpo de memorias  que hacen que sea optimista sólo porque alguna vez existieron  y las letras me desbordan. Con cada tomate que corto, con cada ñoqui que paso por el tenedor, en cada uno de esos gestos simples, diminutos y cotidianos reaparece esa persona, esa historia, ese recuerdo y toma forma de palabras y se relata completo adentro mío mientras mis manos están ocupadas haciendo otras cosas, cocinando, viviendo.
 
Me miro desde afuera de mi misma, me veo similar a la niña que era, torpe y con una cuota no menor de temor adentro del cuerpo pero, aún así, trepada a un tapial o  acomodando cosas en el patio y hasta me parece que entiendo toda una parte de esta mujer que soy. Mientras estoy de cara al cielo, colgando entre el asador y el gallinero, arriesgando las uñas con cada alambre que retuerzo, en silencio, en calma, concentradísima en cada movimiento que hago para que mis problemas motrices no me traigan consecuencias graves, las oraciones aparecen espontáneamente, como si no tuviese que pensarlas. Y se quedan ahí, tranquilas, sin siquiera demandar que las exteriorice. Casi de la nada, consigo equilibrar anécdotas mientras mis dedos están entretenidos haciendo otras cosas, entoldando vientos, viviendo.

Decenas de nociones cotidianas se enuncian a sí mismas adentro mío cada día. Están ahí, acá, se van haciendo lugar las unas a las otras, se van distribuyendo en conjuntos caprichosamente armados, se van etiquetando entre ellas. Conversan, se burlan, se ríen hasta la afonía, gritan, se conocen, se olfatean, se quieren y se repelen, se acarician, lloran, se lastiman, se escuchan, se ignoran, brindan, duermen, existen, SON, mientras yo estoy distraída cocinando, caminando, conversando, entoldando, viviendo…

martes, 10 de diciembre de 2013

Lucecita

 

No lo sabe o, quizás  no me cree o, puede ser  que algunos días se olvida demasiado rápido que el mundo es un mejor lugar porque un día nació ella.
No recuerda o, tal vez no está al tanto o, es una opción, no puede entender que la vida de los que la queremos es tanto más maravillosa porque ella está cerca.


Porque es capaz de abrazar hasta que el cuerpo entero sea sólo sonrisas, y abraza.

Porque es capaz de sentir en su propia piel todo lo que nos pasa a los demás, y siente.

Porque es capaz de llenar de lucecitas de colores el mundo cuando se ríe, y se ríe.

Porque es capaz de querer empecinadamente, contra todos los pronósticos, con un querer que sana y embellece, y quiere.

Porque es capaz de caerse de las maneras más aparatosas y machucarse un poco y dolerse entera, y se cae.

Porque es capaz de levantarse, íntegra,  una y mil veces, y se levanta.

Porque, aunque parezca mentira, algunos días es capaz de creer cuando le decimos de todas las maneras posibles que no está solita en el mundo peleando su lucha diaria,  y cree.

Porque es capaz de brillar multicolor, ¡y brilla!