Para adquirir el libro NADIE SIENTE CON MI PIEL de Sandra A. González Saavedra (click abajo)



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Editorial Dunken - Librería on line

sábado, 13 de diciembre de 2014

A mis seres queridos


A veces se me da por pensar en ese día y esa hora en que emprenda el viaje definitivo.

Es un tema recurrente en mí, ¿pero cómo no habría de serlo si es la única certeza que tengo?


Sé que este cuerpo que habito es sólo un envoltorio, un recipiente que aloja en su interior algo trascendente que gusto de llamar alma algunas veces o espíritu otras.  Y en esta convicción encuentro la tranquilidad que me permite “vivir viviendo” y no sólo transcurriendo, porque siento que no importa cuán breve o prolongada sea la estadía en este mundo, si total me espera la eternidad…  Entonces, no pienso mucho en el futuro, en ahorrar para la vejez,  (que está a la vuelta de la esquina), en ser precavida,  en acumular bienes, en guardar objetos o energía.  Elijo atesorar momentos felices, hacer lo que quiero cada vez que puedo, decir te amo tantas veces como lo sienta y besar y acariciar y abrazar todo aquello que me provoque las ganas de hacerlo, sea animal, mineral  o vegetal. 


Me río mucho y a carcajadas, sola o acompañada, también lloro…

Canto a voz en cuello mientras manejo y bailo por la casa mientras la limpio y ordeno, (no me atrevería a hacerlo en público jajaja).  Pero cada tanto me pinta la tristeza… las ganas de escuchar voces amadas que ya no volverán a sonar, o de oler el aroma de pieles  que ya no existen…


Y es ahí donde pienso en mi última hora,  en esa última exhalación… Me veo anciana y rodeada de amor, en mi cama tibia y acogedora…  Pero me niego a imaginar que no volveré a estar en contacto con mis más grandes amores, me rebelo a esa idea y busco la manera de llegar a ellos, de conectarme con sus almas/espíritus y hacerles llegar mi amor.

Entonces escribo.   Sé que las palabras que deje escritas me sobrevivirán y a ellas podrán recurrir los que me amaron cuando así lo deseen.



¡Pero siempre siento que tiene que haber algo más! 



Hoy escuché un reportaje en la radio que me hizo bien. Que en cierta forma me trajo una respuesta.  La persona entrevistada habló de la música como herramienta de comunicación, y algo me vibró muy hondo y lo supe; estaré en la música. A través de ella estaré entre ustedes!!



No lo olviden amados míos, cuando yo me haya ido…


viernes, 19 de septiembre de 2014

AMARILLO Y VERDE




Para mí el amarillo es un color orgulloso. Todas las cosas felices y deliciosas tienen tonos amarillos. Las vacaciones, las sábanas limpias, el café con leche de la mañana, los pies descalzos en el pasto fresco, el Fernet con Coca con los Redondos de fondo, los mimos en la cara, el sonido del río corriendo, las chacareras con bombo legüero, las siestas de invierno bajo una parva de frazadas, los abrazos que envuelven, las caricias, las sonrisas y las carcajadas, las lágrimas en linda compañía, las ridiculeces donde se nota el amor, los recuerdos de buenos ratos y los planes ansiosos de futuro. 
Todas esas cosas y muchas más, son amarillas

El verde, en cambio, es un color contento. Sumarle una pincelada en esos tonos a cualquier día es abrir una grieta para que entre la alegría. Bailar descalzos, pasear sin apuro, canturrear en la ducha, cocinar cosas ricas y comer con las manos, tomar mates sentada chinito, robar besos y compartir viajes es pintar de verde las horas. Por eso en mi casa las paredes de mi cuarto eran amarillas y las de la cocina, verdes. Porque si algo vale la pena buscar son días en la disonante convivencia de esos colores.

Por eso justamente, estoy en busca de algo amarillo y verde  

viernes, 18 de abril de 2014

¡Así no!




Ah, claro, la señora de repente viene a tener un ataque insoportable de inseguridad. ¿Desde cuándo? ¡Habrase visto! Una mina regia, con una pila de cosas por hacer, con un montón de canciones buenísimas en el reproductor, con una cartera roja (roja, ¿me entendés?) y una remera con escote cuadrado. Una mujer que acomodó los horarios de su día para llegar con todo, que anoche cocinó, que hoy va a cocinar todavía más, e invitó gente a cenar. Una mina que se hizo la guapa y se quedó como hasta las dos hablando por teléfono con una amiga y se fue a dormir contenta y, de todos modos, se levantó a las sietequince de la mañana, y no te digo impecable, pero al menos vestida salió al mundo. Una doña que canta y baila mientras se prepara el café con leche de la mañana. Un tsunami de mujer. Viene así, como si no hubiese nada más interesante para hacer, a tener un ataque de inseguridad y dudar, por vigésima vez en el año, de todas las capacidades y atributos que la componen. Si hasta de sus defectos descree la muy descerebrada.
Así no mujer, ¡ASÍ NO!

jueves, 13 de marzo de 2014

La vidá nos separó


La vida nos separó, pero en ese momento éramos novios. Teníamos cuatro años, teníamos guardapolvo a cuadrillé y bolsita con cordón y vasito plegable, comíamos merengadas y dentífrico odolito y aspirinetas y éramos novios.

Porque jugábamos juntos, porque nos compartíamos los crayones y nos convidábamos los anillitos con azúcar que vendían en el almacén de la esquina fraccionándolos desde una enorme lata con ventana redonda, porque él me había dejado el lugar de la punta de la mesa y yo le enseñaba el juego de entrelazar los dedos cruzando las manos y lo difícil que era, entonces, responder a la orden de mover el anular derecho.

El que llegaba primero esperaba en el patio a que apareciera el otro, conversábamos de juguetes y golosinas, nos ayudábamos en la difícil labor de atarse los cordones, nos cuidábamos el lugar en la fila para cepillarse los dientes y quedábamos codo contra codo para la siestita en el aula. Él era el primero en llegar cuando me raspaba las rodillas y yo lo protegía a puño cerrado de los peligros del universo y los dos preferíamos el tobogán al subibaja pero nos quedábamos con las hamacas por sobre todas las cosas.

Un día, se armó el desparramo en el salón y la señorita mudó a algunos revoltosos de lugar y a mi izquierda, justo frente a él, quedó sentado uno de los peligros del universo. El maravilloso mundo de fantasía que era nuestra mesita petisa de seis tenía, de repente, un amigo menos y algunos mechoneos y pellizcones de más.

Un par de mañanas después el equilibrio terminó de romperse. Ninguno supo nunca por qué pero en ese momento, por alguna extraña razón, decidió jugarme al ganchito. Sentados uno a mi izquierda y el otro a mi derecha se batieron a duelo, enlazaron sus índices derechos, tiraron con todas sus fuerzas y él perdió. Yo era espectadora y árbitro en un juego que conocía y suponía inocuo hasta que él me miró lleno de congoja y sentenció, ahora sos novia de él.

El otro infló el pecho, me relojeó poniendo gesto de nene grande, se paró a mi lado y me tendió la mano. Lo miré, observé su mano, lo volví a mirar y, mientras giraba hacia el otro lado, le dije que no, que no era su novia. Pero sí sos, te gané al ganchito, replicó. Refunfuñé, le aclaré que no funcionaba así la cosa, que una novia no se apostaba, que él no sabía nada de la canción que me calmaba los raspones de rodillas y que estaba ofendida, que a una nena se le preguntaba si quería ser la novia de uno y que yo, ahora, no quería.

Él, que contemplaba la escena desde platea preferencial, me llamó tironeando apenas de la manga de mi guardapolvo, me miró todo colorado y me preguntó si, entonces, quería volver a ser novia suya. Descubrí, en ese momento, que eso de los noviazgos era todo muy complicado y respondí que no, pero que sí quería ser su amiga. Le ofrecí un caramelo masticable pegoteado que tenía en el fondo del bolsillo. Le sacó la mayor cantidad de papel que pudo, mordió una mitad, me ofreció la otra y, sin decirnos nada, largamos una carrerita hasta las hamacas…

viernes, 7 de marzo de 2014

INGENUIDAD




Me nació un amigo.  Llegó del pasado…
Me trajo recuerdos y me hizo pensar.
Se metió en mi vida. Me metí en la suya,

Y a partir de entonces ya nada fue igual.
Me llenó de dudas, de cuestionamientos...
Mis viejas teorías las hizo enterrar.
Nuevas reflexiones sembró en mi mente
y a mi inquieto espíritu hizo sosegar.

Tejía misterios, ovillaba incógnitas,
las charlas filosas eran un placer.
Le hice preguntas,  le dije verdades
y juntos pintamos un nuevo amanecer.

La vida pasada cobró otro sentido
y llegué a soñar una amistad sin fin.
Mas  siempre los  sueños, tan grandes, tan bellos
se estrellan abruptos, enteros y etéreos
Contra la inefable y cruel realidad.

Nada en esta vida se nos da por nada.
Todo cuesta lágrimas, angustia,  dolor…
Otro duro golpe a mi ser que se abre
 y se entrega entero  volviendo a creer.
Quizás algún día me olvide de tanto…

Quizás algún día suceda otra vez
que a mi corazón, ahora enquistado
vuelva a desnudarlo y a dejarlo ser!
En este momento me ahoga el recuerdo
de un algo que quiso, mas no pudo ser…

viernes, 21 de febrero de 2014

Al costado del camino



¡El día está maravilloso hoy!  La lluvia de ayer, las nubes de hoy, los pocos rayos de sol buscando las rendijas del cielo, el maíz nuevo y verde creciendo con ímpetu, el aire nítido. Hace calor, sí, mucho pero de todos modos las primeras horas del día invitan a frenar el auto al costado de la ruta bajo algún arbolito amigo,  e improvisar un desayuno ahí mismo.

Mates, medialunas o bizcochitos, los pies sobre el pasto apenas fresco, un poquito de viento que remueva el pelo y despeje la cara, esta luminosidad rara de la mañana que empieza, el horizonte tan lejos que la vista se distiende. Y quedarme ahí sentada, sintiendo el aroma particular de la tierra el día después de una lluvia intensa, acostada boca arriba con el campo en la espalda y las nubes en los ojos hasta que el sol me obligue moverme.



¿Quién me iba a decir a mí?


Quién me iba a decir a mí
Que a esta altura la vida  
El amor me brindaría
Una relación así
Donde me siento
Cuidada, tan a gusto, tan mimada
Sorprendiéndome feliz,
Con un tecito en la cama
A las 3 de la mañana,
Con aroma de jazmín

Coser, no sabe,
No tiene idea que es bordar,
Pero sí sabe  abrir la puerta
Para ir a jugar,
Al póker
Tantas risas,
Y alguna lágrima también
Y estoy segura,
Que Dios sonríe
Cuando nos ve

Quien me iba decir a mí
Que ya todo lo sabía
Que todavía tendría
Tantas cosas que aprender
Del respeto por la vida
Desde una paloma herida
Hasta el llanto de un ciprés
Y ni hablar de la ternura
De esa perrita peluda
Que tenemos de bebé.


Letra y música: Marilina Ross

miércoles, 29 de enero de 2014

Nuestro idioma




Lo desarmamos, lo desarticulamos, lo destrozamos. Invertimos las formas, cambiamos los significados, mutilamos los alcances. Lo limitamos, lo amurallamos, lo mutilamos. Le quitamos brillo, le apagamos sonoridades, le arrebatamos vocablos. Lo maltratamos, lo desprestigiamos, lo desguazamos. Sin miramientos, sin consideración, sin sensibilidad. Lo apocamos, lo desmerecemos, lo disminuimos. Olvidamos su esplendor, desconocemos su magnitud, desatendemos sus reclamos. Tenemos un idioma generoso. Tenemos millares de palabras, de matices, de expresiones. Tenemos incontables manera de decir exactamente aquello que queremos. Tenemos tantos conjuntos de letras, tantas licencias sintácticas, tantas opciones semánticas. Tenemos libertades para jugar, para decir, para omitir. Tenemos ilimitadas posibilidades de jugar, de crear, de incorporar, de nacionalizar, de combinar, de conjugar, de compilar. Tenemos toda una lengua que crece, que se adapta a nosotros, que se nos entrega completa, desinteresada, irrestricta y así y todo somos capaces de acribillarla hasta el punto mismo de expresar absolutamente nada en mil caracteres por no elegir la palabra que realmente DIGA.

No alcanza ningún idioma si no tenemos idea de quiénes somos al momento de contarnos.

domingo, 26 de enero de 2014

Tu ángel de la guarda






Te voy a contar una historia en vez de un cuento para dormir esta noche, ¿querés?

(Tus ojitos contestan antes que tu boca pronuncie  la palabra si, y son tan elocuentes que me dan ganas de encerrarte en un abrazo eterno, pero me contengo y comienzo la historia)

Recordarás que hace poco te conté cómo la Luna y el Sol se reparten los turnos en el cielo, y que eso nos ayuda para saber cuándo hay que irse a la cama y cuándo es hora de salir de ella, bueno, mirá el cielo ahora Sofi y decime qué ves…

Exacto, ves la luna lunera como te gusta llamarla desde que te canté aquella canción jajaja,   y eso nos indica que es hora de irse a la cama y también que es el momento en que pasan muchas cosas “mágicas”, como por ejemplo ese vientito suave que de pronto te acaricia la carita o aquel resplandor  tenue pero insistente que aparece en el rincón justo a los pies de tu camita…  



Me mirás con esa mirada dulcísima que parece querer preguntar tantas cosas, y yo te entiendo y me río a carcajadas de pura felicidad por estar a tu lado compartiendo la “magia” de la noche, esa que no terminás de entender  por más que querés hacerlo.  Entonces sí, te abrazo fuerte y  te digo que en verdad  no hay viento  ni tampoco resplandor,  que hay en cambio un ángel que todas las noches vela tu sueño,  que te cuida y te protege y te hace soñar cosas bonitas como las hadas de colores y los enanitos que corren livianos por el bosque bajo el cielo estrellado.

Este angelito que es sólo tuyo te acompaña siempre, está con vos desde que naciste y ya va siendo hora que le pongas un nombre, porque es el único angelito que en la casita  de los ángeles todavía no ha recibido el suyo y los demás angelitos no saben cómo llamarlo.

 Él te  toma de la mano y nunca te va a dejar solita porque sabe muy bien cuánto miedo  le tenés a la soledad.  Es el mismo que cuando mamá y papá te cantan sana sana colita de rana para curarte esas pupas  que te atormentan,  te susurra al oído sus más tiernas palabras y en ese mismo momento el dolor se va y tu carita vuelve a brillar con tu sonrisa.

También está con vos cuando lloras por motivos que tus dos añitos no pueden explicar, y te canta finito mientras te hace cosquillas en la panza hasta que las lagrimitas se secan y volvés a jugar feliz. 

Es un ángel muy travieso  y juguetón y puede aparecerse en las formas más extrañas, a veces se disfraza de mariposa y vuela sobre tu cabecita mientras corrés por el parque, otras veces es un colibrí que toma agua de la pileta mientras vos nadás, algunas otras  se hace gusanito y te mira desde la hoja de un árbol o la flor del  macetero…



Así que no tengas miedo princesa, que él nunca va a dejar que te pase nada malo, y cuando escuches el ruido del tren  que pasa,  o la sirena de los bomberos que suena estrepitosamente, no saltes asustada, abrí  en cambio bien grandes los ojitos verdes y mirá a tu alrededor sabiendo que él  está siempre a tu lado para cuidarte y protegerte.



Aunque no lo veas, va con vos a todos lados, al jardín y al supermercado, a la casa del abuelo y también al baño, pero lo que más le gusta es ir con vos a la plaza a  tirarse por el tobogán y volar en las hamacas, porque en esos momentos tu alegría es tanta que se le contagia  ¡y él se vuelve el angelito más feliz de entre todos los angelitos de la guarda!

viernes, 17 de enero de 2014

MOTIVOS


Y si te cuento los motivos,
que tengo hoy para vivir.
Cómo te explico lo esencial de tu existencia para mi?
Llevas la luz de mi bandera,
y el don de la sinceridad.
Confío más en vos que en todo lo que pueda imaginar.
No me importa para dónde vas,
yo voy sin mirar atrás,
si te tengo por delante.
Cuando quieras caminar,
no me importa dónde vas,
quiero ser tu acompañante.
A veces pierdo los sentidos,
pensando el tiempo de partir.
No quiero irme de este mundo con mil cosas por decir.
No me importa para donde vas,
yo voy sin mirar atrás,
si te tengo por delante.
Cuando quieras caminar,
no me importa donde vas,
quiero ser tu acompañante.
Y sin pecar de loco ni atrevido,
yo te elijo mi destino y mi camino por seguir.
Si ya anduve solo demasiado,
quiero vivir a tu lado lo que quede por vivir.
Y no me importa para donde vas,
yo voy sin mirar atrás,
si te tengo por delante.
Cuando quieras caminar,
no me importa donde vas,
quiero ser tu acompañante.
Y no me importa para dónde vas... si te tengo por delante.
Y cuando quieras caminar,
no me importa dónde vas,
quiero ser tu acompañante.
Y andar andando por andar,
por un camino sin final...

miércoles, 15 de enero de 2014

En este momento de mi vida...

En este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de un amor y la compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer papas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila. También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No dejar de sorprenderme de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca pero no quejarme de ninguna tontería. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera por aquí. Sólo quiero eso.

Hugo Puchuri

lunes, 13 de enero de 2014

VACACIONES





La cosa empieza cuanto subimos al auto. Ya pasó la parte molesta de armar todo, de acomodar los bártulos en el baúl, de calentar el agua para los mates, de poner los potus en la bañadera con agua para que no se sequen, de cerrar la casa, de todos esos preparativos que llenaban una lista interminable de cosas por hacer y, de repente, están hechas (aún si eso significó que nos quedemos hasta las dos de la mañana cerrando bolsos y apilando equipaje). No importa que sean las cinco y treinta de una mañana de sábado de enero. Quizás esa es una de las pocas mañanas del año en las que vale la pena saltar de la cama ni bien el despertador canta porque estás a punto de subirte al auto y ahí es donde empieza lo bueno.

Emprender el camino, poner música, empezar los mates, abrir la bolsa con  facturas calentitas. Unos minutos más, todos los preparativos finales para salir a la ruta y saber, a ciencia cierta, que estamos de vacaciones. Y después vamos a viajar durante horas haciendo comentarios graciosos, despotricando contra el mundo, montando escenas diminutas de stand up para terminar de exorcizar los vestigios de mufas del trabajo y los despioles que, por unos días, dejamos definitivamente atrás.

Y ni siquiera importa si llegamos para tener que acomodar un insoportable desmadre ajeno porque eso ya es parte del viaje, de los días de descanso, de los ratos de pura felicidad, de las tardes de río y lagos y juegos y risas y chistecitos internos y códigos compartidos y noches de pelis viejas y de contar estrellas y de juntar moras al costado del camino para hacer mermeladas que nunca se concretan y de preparar comidas ricas y de pasear buscando recovecos nuevos y de tomar cervezas en un bar antes visto.

Lo sabemos desde el momento en que nos subimos al auto. La única excusa válida para volver de las vacaciones, reanudar la rutina diaria, volver al mundo cotidiano de la realidad es saber, en todo el cuerpo, que en cualquier momento emprenderemos la ruta otra vez y la vida vuelve a ser un recreo maravilloso.

La mejor razón para volver es, justamente,  la promesa de volver.