Las cosas que pasan en la vida: las experiencias, las desilusiones,
el desamor, la envidia, la inseguridad, la soledad, el desasosiego, la
ignorancia, el apego, los enamoramientos, las negaciones, como así
también las hazañas, los logros, las sorpresas, la correspondencia, el
vínculo pleno, los placeres, las distracciones y tantas otras cosas más
que seguramente me faltan nombrar; parecen no tener sentido alguno o
relación entre ellos. Sin embargo, ahora que experimento esto de madurar
y de haber acumulado años de observación de mí misma; comienzo a notar
que muchas de las cosas que me sucedieron se relacionan fuertemente unas
con otras.
No por una situación mágica o para darle una explicación espiritual. Sólo utilicemos la lógica. Lo que somos hoy, lo que recibimos hoy es lo que hemos venido siendo y recibiendo toda la vida.
Mucho tiempo me lamente de mis desgracias –realmente al pedo- porque me encantaba ser la “víctima”. Cuando sos víctima la vida se hace tremendamente dura y también tremendamente triste. Y es como una droga barata que te hace sentir bien por un momento y después te pasas varios días con dolor de cabeza y sin poder estar bien.
Es muy sencillo dejar de ser víctima. Te hacés cargo de lo que hacés Y de lo que te pasa por hacer lo que hacés. Y listo. Autocrítica honesta. Autocrítica brutal. Darse cuenta que no está mal cambiar las propias reglas, mejorar la técnica, disfrutar del juego aunque la estés pasando mal.
Cuantos más detalles tengas en claro, más sencilla será la tarea de descubrir la relación entre nuestras desgracias y nuestro accionar; entre nuestras alegrías y nuestro proceder. Es un laburito individual. Nadie lo puede hacer por vos. Algunas personas tienen el poder de darte algunas pistas, sí; claro. Pero el que contiene la respuesta total y verdadera es uno nada más.
Entonces cambias la forma de moverte:
En vez de solamente pedir perdón, hacés algo para subsanar tu error.
En vez de lamentarte por una pérdida, sabes porqué lo perdiste.
En vez de sentirte indefenso, te empoderás con la experiencia.
En vez de reprimirte, te liberás.
En vez de callarte, hablás, compartís.
En vez de prejuzgar, preguntás.
Es claro que cuando uno quiere algo y pone energía en ello, de verdad lo obtiene. Las frustraciones llegan cuando aquello que se esperaba no llega.
Muchas veces se prepara un festín, se compra ropa nueva, se va a la peluquería, y cuando la hora llega es para encontrarse solo frente a una gran mesa preguntándose porque nadie vino en lugar de hacerse cargo del olvido de mandar las invitaciones.
No por una situación mágica o para darle una explicación espiritual. Sólo utilicemos la lógica. Lo que somos hoy, lo que recibimos hoy es lo que hemos venido siendo y recibiendo toda la vida.
Mucho tiempo me lamente de mis desgracias –realmente al pedo- porque me encantaba ser la “víctima”. Cuando sos víctima la vida se hace tremendamente dura y también tremendamente triste. Y es como una droga barata que te hace sentir bien por un momento y después te pasas varios días con dolor de cabeza y sin poder estar bien.
Es muy sencillo dejar de ser víctima. Te hacés cargo de lo que hacés Y de lo que te pasa por hacer lo que hacés. Y listo. Autocrítica honesta. Autocrítica brutal. Darse cuenta que no está mal cambiar las propias reglas, mejorar la técnica, disfrutar del juego aunque la estés pasando mal.
Cuantos más detalles tengas en claro, más sencilla será la tarea de descubrir la relación entre nuestras desgracias y nuestro accionar; entre nuestras alegrías y nuestro proceder. Es un laburito individual. Nadie lo puede hacer por vos. Algunas personas tienen el poder de darte algunas pistas, sí; claro. Pero el que contiene la respuesta total y verdadera es uno nada más.
Entonces cambias la forma de moverte:
En vez de solamente pedir perdón, hacés algo para subsanar tu error.
En vez de lamentarte por una pérdida, sabes porqué lo perdiste.
En vez de sentirte indefenso, te empoderás con la experiencia.
En vez de reprimirte, te liberás.
En vez de callarte, hablás, compartís.
En vez de prejuzgar, preguntás.
Es claro que cuando uno quiere algo y pone energía en ello, de verdad lo obtiene. Las frustraciones llegan cuando aquello que se esperaba no llega.
Muchas veces se prepara un festín, se compra ropa nueva, se va a la peluquería, y cuando la hora llega es para encontrarse solo frente a una gran mesa preguntándose porque nadie vino en lugar de hacerse cargo del olvido de mandar las invitaciones.