Subo al auto, giro la llave, doy arranque y en mi cabeza se disparan las imágenes y las sensaciones de otro día, otro momento en que encendí el motor, cuando pasaban otras cosas, cuando pensaba en otros temas... hasta que el sonido de la puerta me distrae y el recuerdo se adormece. Recorremos calles que conozco, esquinas que podrían recapitular tantos momentos de mi vida, rincones que cambiaron y otros que no variaron en lo más mínimo. Freno, cambio de lugar para abandonar el rol de conductor en un movimiento tan habitual que está completamente habitado de otros momentos. Revuelvo la cartera y cada papelito, cada birome, cada estuche de anteojos deja en mis dedos remembranzas de otros episodios que casi parecen de otra vida. Bajo en la misma panadería a pedirle los mismos bizcochos a la misma mujer que ya sabe qué llevo y en qué orden prefiero que estén en la bolsa y el aroma a pan cocido en horno a leña me convierte en nena otra vez. Vuelvo al auto, coloco un cd, canción tras canción tras canción, recuerdo tras recuerdo tras recuerdo…
Cada retazo de presente activa recuerdos, revive memorias, despabila remembranzas. Cuando me caí de la bicicleta y quedó esta cicatriz en mi rodilla derecha, la primera vez que me sentí linda, la última vez que me sentí tan sola, el primerísimo primer beso, los que vinieron después, los basta, las penas, los abrazos de amigas, las charlas en ese banco, las horas de conversación por teléfono, la hoja de árbol que durmió en un folio de todo mi quinto año porque la había encontrado una gran amiga, el pulóver colorado, precioso, que me abrigó durante años, el primer gran papelón de mi vida, la lluvia por adentro y por afuera de mi cuerpo en esa tarde de despedida, las bailarinas de la vereda, los picnics, las salidas, la bendita noche en que finalmente esas sandalias me abandonaron y terminé la velada descalza, el pibe de los bombones dos corazones a la salida del sanatorio, las calzas con camisas gigantes de principios de los noventa, mis pantalones rojos, las caminatas, las charlas, las horas de estudio, los caracoles del fondo del mar, los globos de la memoria cerrando esa ceremonia, mi primer intento de construir futuro. Y cada situación de hoy y cada recuerdo de ayer, me llenan de ganas y de intriga y de antojos de mañana.
Es que algunos días los tiempos se superponen de manera increíblemente poética.
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