Para adquirir el libro NADIE SIENTE CON MI PIEL de Sandra A. González Saavedra (click abajo)



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Editorial Dunken - Librería on line

martes, 13 de noviembre de 2012

3 de agosto de 2012


 
 
 
Empezá el día con sueño pero alegre, muy alegre. Cantá por los pasillos, bailá en la cocina, sonreíle a toda la gente que te mira desconcertada o risueña.

Preparate un café con leche, conversá con gente divertida de cualquier cosa, debatí sobre la duración de una relación sexual como si hubiese algo para discutir del tema, reíte mucho, sentate en el piso justo a tiempo para evitar el desmayo, seguí sumando gente a la ronda y picoteá algo entre chistes e indirectas rústicas. Pedí un permiso especial y conseguilo. Contené las ganas de hacer pogo en la puerta del hospital y terminá de armar planes para un racimo de días no tan próximos pero, por suerte, para nada lejanos. Recibí un par de mimos hechos palabras y correspondelos lo mejor posible. Cumplí con todo lo pautado y no te sientas culpable por hacerte la rata al trabajo, porque hoy, de verdad, amerita.

Viajá rápido, llegá un poquito antes, esperá un ratito haciéndote eco de los nervios ajenos, acercate a la puerta cuando alguien de la  mesa examinadora llame para dar respuesta… Agradecele al mundo por esa sensación maravillosa de que el cuerpo te quede chico para contener tanto orgullo. Mirala, tan linda, tan muñeca de porcelana y disfrutá de ser parte de esa vida y de ese momento magnífico en que una persona por la que darías la vida termina una etapa de la mejor manera posible. Subite al auto y dedicate a llamar a varios amigos para que, de alguna manera, puedan estar ahí.


Encontrate con toda ese gente que no veías hace rato, renacé en ese abrazo, paseá otra vez los ojos por ese lugar que te hace tanto bien a la salud, al cuerpo, al ánimo. Sonreí grande, conocé gente copada, asombrate de ser una amiga de toda la vida, conversá con gente nueva como si ya se conocieran, sorprendete por una salida rarísima de alguno de los integrantes, volvé a sonreír cuando alguien te pregunte ¿vos sos locutora?, arreglá una cena para lo antes posible y salí a la calle después de otro abrazo y volvé a casa.

Alegrate hasta los talones por un gesto imprevisto y, a la vez, esperable nacido del puro orgullo de otra persona, hacé un brindis en honor a la doctora, servite una porción de pizza y sentate a reconstruirte en la charla, en la cerveza, en el rato de fiesta de entre casa.

¡Algunos días son tan importantes que hay que concentrarse con énfasis para rescatar todos los detalles!!!
 
 
 

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