Y caminar cantando
una canción, y descalzarme, y que se me vayan escapando los rulos rebeldes
de la vincha que los sujeta, y
deleitarme con el viento refrescante y las nubes, y disfrutar de la tela de la
pollera cosquilleando mis rodillas, y acostarme boca arriba a sentir como toda
mi espalda se relaja contra el piso y reírme a carcajadas con la boca, con los
ojos, con la cara, con el cuerpo y tomar jugo de naranjas recién exprimido y
cantar con los hombros distendidos y jugar con los dedos de los pies.
Y cuando se termine
la canción, darle play y volver a empezar.
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