Tiene este amor algo de irrealidad, quizás porque en él se conjugan sueños y fantasías.
Un viaje de ida a ningún lugar, o a todos los lugares…
Un encuentro, un roce, una mirada.
Lo simple y lo complejo ensamblados en una relación sin tiempo ni tiempos…
Un mismo temblor en distinta piel.
El sudor, la risa, el miedo…
La agonía y la calma.
Dos vidas. La tuya y la mía.
¿Nuestras?
¡¿Quién sabe….?! La implicación del adjetivo posesivo me asusta. O quizás me irrite…
No creo en las posesiones. Me fastidian.
Las posesiones atan, aún las materiales.
¿Cómo habría entonces de poseer algo tan inmaterial como una vida?
Corrijo pues, y afirmo: Dos vidas. Pero que en algún punto del camino se encuentran y amalgaman. Se fusionan sin perder su intrínseca identidad, y descubren que juntas son más fuertes. Se sienten casi invulnerables, y es ahí donde todo comienza, como este texto….en la sensación de irrealidad en la que están envueltas.
Y es en la atemporalidad de esa irrealidad donde todo cobra sentido, o según como se mire, donde todo lo pierde…
Me gusta perder el sentido de las cosas a veces. Dejarme llevar por los vientos de las ilusiones y la música de los sueños. Ahí todo es posible. Hasta este amor tuyo y mío, y, ¿quién sabe?; quizás algún día, alguien lo llame “nuestro”.
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