El frío en la calle y en los huesos.
Las manos moradas.
La piel del rostro agrietada.
Cada surco profundo que recorre su cara cuenta una historia de hambre de hogar, de amor y cobijo.
Cada hebra de plata que asoma bajo el viejo gorro de lana, habla de soledad y de ausencias.
La llaman “la Loca” y nadie la mira a los ojos. Como si formara parte del paisaje urbano, pasan a su lado sin notarla…
Ella habla sola. A veces bajito, como con miedo a ser escuchada.
Otras vocifera y grita sus verdades a los cuatro vientos.
Aún así la ignoran…
Ella está siempre en aquella esquina…cuando el sol de enero abraza la tierra o cuando el crudo invierno congela el agua en los charcos que dejó la lluvia.
Amontona bolsas, cajas y cajitas que creen vacías. Nadie sabe que contienen sueños y fantasías…
Alguna patota cada tanto pasa y entre carcajadas y bravuconadas, aplasta las cajas, patea las bolsas y deja más sola a la pobre “Loca” que ya nadie mira…que todos ignoran…
A veces los gorriones le hacen compañía, y si está de suerte, algún perro viejo se echa a su lado y calienta un poco su cuerpo cansado.
Otras es un niño que con su inocencia, la mira curioso, y cuando la “Loca” le devuelve a cambio algo parecido a una sonrisa, le ofrece una galletita que su hambre devora.
Las noches de lluvia, de viento y de truenos, las pasa de pie.
Hablando en susurros recorre a pasitos los pocos metros que se aleja de sus bolsas, cajas y cajitas… cuando amanece se envuelve en cartones y vencida por el frío, el hambre y el cansancio viejo como el tiempo, se duerme ovillada en el mismo umbral que es cuarto y cocina, que es sala y solar desde hace tanto tiempo ya, que nadie la nota… que nadie la ve…
La llaman “la Loca”.
Yo la llamo ¡MUJER!
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