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Editorial Dunken - Librería on line

miércoles, 29 de enero de 2014

Nuestro idioma




Lo desarmamos, lo desarticulamos, lo destrozamos. Invertimos las formas, cambiamos los significados, mutilamos los alcances. Lo limitamos, lo amurallamos, lo mutilamos. Le quitamos brillo, le apagamos sonoridades, le arrebatamos vocablos. Lo maltratamos, lo desprestigiamos, lo desguazamos. Sin miramientos, sin consideración, sin sensibilidad. Lo apocamos, lo desmerecemos, lo disminuimos. Olvidamos su esplendor, desconocemos su magnitud, desatendemos sus reclamos. Tenemos un idioma generoso. Tenemos millares de palabras, de matices, de expresiones. Tenemos incontables manera de decir exactamente aquello que queremos. Tenemos tantos conjuntos de letras, tantas licencias sintácticas, tantas opciones semánticas. Tenemos libertades para jugar, para decir, para omitir. Tenemos ilimitadas posibilidades de jugar, de crear, de incorporar, de nacionalizar, de combinar, de conjugar, de compilar. Tenemos toda una lengua que crece, que se adapta a nosotros, que se nos entrega completa, desinteresada, irrestricta y así y todo somos capaces de acribillarla hasta el punto mismo de expresar absolutamente nada en mil caracteres por no elegir la palabra que realmente DIGA.

No alcanza ningún idioma si no tenemos idea de quiénes somos al momento de contarnos.

domingo, 26 de enero de 2014

Tu ángel de la guarda






Te voy a contar una historia en vez de un cuento para dormir esta noche, ¿querés?

(Tus ojitos contestan antes que tu boca pronuncie  la palabra si, y son tan elocuentes que me dan ganas de encerrarte en un abrazo eterno, pero me contengo y comienzo la historia)

Recordarás que hace poco te conté cómo la Luna y el Sol se reparten los turnos en el cielo, y que eso nos ayuda para saber cuándo hay que irse a la cama y cuándo es hora de salir de ella, bueno, mirá el cielo ahora Sofi y decime qué ves…

Exacto, ves la luna lunera como te gusta llamarla desde que te canté aquella canción jajaja,   y eso nos indica que es hora de irse a la cama y también que es el momento en que pasan muchas cosas “mágicas”, como por ejemplo ese vientito suave que de pronto te acaricia la carita o aquel resplandor  tenue pero insistente que aparece en el rincón justo a los pies de tu camita…  



Me mirás con esa mirada dulcísima que parece querer preguntar tantas cosas, y yo te entiendo y me río a carcajadas de pura felicidad por estar a tu lado compartiendo la “magia” de la noche, esa que no terminás de entender  por más que querés hacerlo.  Entonces sí, te abrazo fuerte y  te digo que en verdad  no hay viento  ni tampoco resplandor,  que hay en cambio un ángel que todas las noches vela tu sueño,  que te cuida y te protege y te hace soñar cosas bonitas como las hadas de colores y los enanitos que corren livianos por el bosque bajo el cielo estrellado.

Este angelito que es sólo tuyo te acompaña siempre, está con vos desde que naciste y ya va siendo hora que le pongas un nombre, porque es el único angelito que en la casita  de los ángeles todavía no ha recibido el suyo y los demás angelitos no saben cómo llamarlo.

 Él te  toma de la mano y nunca te va a dejar solita porque sabe muy bien cuánto miedo  le tenés a la soledad.  Es el mismo que cuando mamá y papá te cantan sana sana colita de rana para curarte esas pupas  que te atormentan,  te susurra al oído sus más tiernas palabras y en ese mismo momento el dolor se va y tu carita vuelve a brillar con tu sonrisa.

También está con vos cuando lloras por motivos que tus dos añitos no pueden explicar, y te canta finito mientras te hace cosquillas en la panza hasta que las lagrimitas se secan y volvés a jugar feliz. 

Es un ángel muy travieso  y juguetón y puede aparecerse en las formas más extrañas, a veces se disfraza de mariposa y vuela sobre tu cabecita mientras corrés por el parque, otras veces es un colibrí que toma agua de la pileta mientras vos nadás, algunas otras  se hace gusanito y te mira desde la hoja de un árbol o la flor del  macetero…



Así que no tengas miedo princesa, que él nunca va a dejar que te pase nada malo, y cuando escuches el ruido del tren  que pasa,  o la sirena de los bomberos que suena estrepitosamente, no saltes asustada, abrí  en cambio bien grandes los ojitos verdes y mirá a tu alrededor sabiendo que él  está siempre a tu lado para cuidarte y protegerte.



Aunque no lo veas, va con vos a todos lados, al jardín y al supermercado, a la casa del abuelo y también al baño, pero lo que más le gusta es ir con vos a la plaza a  tirarse por el tobogán y volar en las hamacas, porque en esos momentos tu alegría es tanta que se le contagia  ¡y él se vuelve el angelito más feliz de entre todos los angelitos de la guarda!

viernes, 17 de enero de 2014

MOTIVOS


Y si te cuento los motivos,
que tengo hoy para vivir.
Cómo te explico lo esencial de tu existencia para mi?
Llevas la luz de mi bandera,
y el don de la sinceridad.
Confío más en vos que en todo lo que pueda imaginar.
No me importa para dónde vas,
yo voy sin mirar atrás,
si te tengo por delante.
Cuando quieras caminar,
no me importa dónde vas,
quiero ser tu acompañante.
A veces pierdo los sentidos,
pensando el tiempo de partir.
No quiero irme de este mundo con mil cosas por decir.
No me importa para donde vas,
yo voy sin mirar atrás,
si te tengo por delante.
Cuando quieras caminar,
no me importa donde vas,
quiero ser tu acompañante.
Y sin pecar de loco ni atrevido,
yo te elijo mi destino y mi camino por seguir.
Si ya anduve solo demasiado,
quiero vivir a tu lado lo que quede por vivir.
Y no me importa para donde vas,
yo voy sin mirar atrás,
si te tengo por delante.
Cuando quieras caminar,
no me importa donde vas,
quiero ser tu acompañante.
Y no me importa para dónde vas... si te tengo por delante.
Y cuando quieras caminar,
no me importa dónde vas,
quiero ser tu acompañante.
Y andar andando por andar,
por un camino sin final...

miércoles, 15 de enero de 2014

En este momento de mi vida...

En este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de un amor y la compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer papas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila. También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No dejar de sorprenderme de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca pero no quejarme de ninguna tontería. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera por aquí. Sólo quiero eso.

Hugo Puchuri

lunes, 13 de enero de 2014

VACACIONES





La cosa empieza cuanto subimos al auto. Ya pasó la parte molesta de armar todo, de acomodar los bártulos en el baúl, de calentar el agua para los mates, de poner los potus en la bañadera con agua para que no se sequen, de cerrar la casa, de todos esos preparativos que llenaban una lista interminable de cosas por hacer y, de repente, están hechas (aún si eso significó que nos quedemos hasta las dos de la mañana cerrando bolsos y apilando equipaje). No importa que sean las cinco y treinta de una mañana de sábado de enero. Quizás esa es una de las pocas mañanas del año en las que vale la pena saltar de la cama ni bien el despertador canta porque estás a punto de subirte al auto y ahí es donde empieza lo bueno.

Emprender el camino, poner música, empezar los mates, abrir la bolsa con  facturas calentitas. Unos minutos más, todos los preparativos finales para salir a la ruta y saber, a ciencia cierta, que estamos de vacaciones. Y después vamos a viajar durante horas haciendo comentarios graciosos, despotricando contra el mundo, montando escenas diminutas de stand up para terminar de exorcizar los vestigios de mufas del trabajo y los despioles que, por unos días, dejamos definitivamente atrás.

Y ni siquiera importa si llegamos para tener que acomodar un insoportable desmadre ajeno porque eso ya es parte del viaje, de los días de descanso, de los ratos de pura felicidad, de las tardes de río y lagos y juegos y risas y chistecitos internos y códigos compartidos y noches de pelis viejas y de contar estrellas y de juntar moras al costado del camino para hacer mermeladas que nunca se concretan y de preparar comidas ricas y de pasear buscando recovecos nuevos y de tomar cervezas en un bar antes visto.

Lo sabemos desde el momento en que nos subimos al auto. La única excusa válida para volver de las vacaciones, reanudar la rutina diaria, volver al mundo cotidiano de la realidad es saber, en todo el cuerpo, que en cualquier momento emprenderemos la ruta otra vez y la vida vuelve a ser un recreo maravilloso.

La mejor razón para volver es, justamente,  la promesa de volver.