Para adquirir el libro NADIE SIENTE CON MI PIEL de Sandra A. González Saavedra (click abajo)



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Editorial Dunken - Librería on line

martes, 10 de abril de 2012

TU BESO




Es curioso que nadie lo note,
cuando hablo, cuando respiro,
cuando como.
Nadie ve, sobre mi boca,
tu beso.
Y aquí va, sobre mis labios,
besándome desde siempre.
Y nadie ve tampoco
como el alma se me escapa,
se me fuga,
se me vuela hacia fuera,
beso a beso...hasta que
quedo vacía de alma.
Y no soy ya yo,
sino el beso mismo
que vos me diste
ayer tarde.
Y de tanto ser sólo
un beso, tu beso,
el beso que vos me diste,
regreso a vos,
a tu boca.
y llego, penetro,
vuelvo hacia adentro
hasta llenarte el alma,
para dejar de ser
sólo beso
y ser uno con vos!.

Es curioso que nadie lo note...

domingo, 8 de abril de 2012

RECUERDOS DE INFANCIA



Un antiguo recuerdo me asalta, me toma por sorpresa. Es un hecho en apariencia insignificante, pero visto en con los ojos del hoy, cobra sentido y hasta se torna esclarecedor.

Durante las siestas de una primavera, muy lejana ya, en la que yo no tendría más de trece años, me dediqué a salvar del obligado sueño de la tarde a un pequeño grupo de vecinitos de entre cinco y diez años, llevándolos a caminar por los confines de nuestro barrio que en esa época consistía en unas cuantas casas rodeadas de grandes jardines, una escuela, una plaza qué sólo tenía un par de hamacas y un ruidoso sube y baja, un almacén grande, la panadería de Perín y nada más. Ah, sí, casi me olvido de algo importante: ¡estaba la bicicletería de “Emilio”!. ¿Qué hubiera sido de la banda de chicos y sus bicicletas sin este mago de los gomines y los rayos doblados?!!!

En esas perezosas tardes de primavera, mientras el barrio dormía su modorra, estos chiquitos y yo, que apenas los sobrepasaba en edad, nos íbamos a explorar el mundo que nos rodeaba. Llevábamos unos palitos a modo de bastones para ayudarnos en los tramos más escabrosos del terreno, (sólo en nuestra imaginación, porque a lo sumo encontrábamos algunas piedras sobre las calles de tierra donde el polvo suelto se acumulaba en forma de seco colchón hasta que alguna lluvia lo tornaba en barro y charquitos donde chapotear), las cantimploras de rigor y los más glotones llevaban alguna fruta.

¡Esas caminatas eran puro placer! Los chicos cantaban las canciones que habían aprendido en la escuela o de sus madres y abuelas y todos me seguían por los caminos que yo buscaba y que trataba de variar día a día para que no se aburrieran de las expediciones.

Cuando llegábamos al destino elegido para ese día, nos sentábamos en el pasto y nos sacábamos las zapatillas llenas de piedritas y tierra suelta. Y así, felices y relajados se entregaban a mí.

Si, jajajaja, puede sonar muy raro esto, pero era tal cual lo acabo de decir. Se entregaban a mí, a mis palabras. Y este es el recuerdo que tan vívidamente se me presentó hace unos instantes y que decidí escribir.

Es evidente que allí comencé a despuntar mi afición por la narrativa y la creatividad literaria.

A lo largo de un par de horas, me convertía en la inventora de las más extrañas historias, ¡y ese grupo de niñitos me escuchaban encantados! Aún me parece oír sus vocecitas y sus carcajadas y no puedo evitar que un nudo muy apretado me atenace la garganta, porque los años pasaron, y un par de esos niñitos ya no están en este mundo…

A algunos de ellos, hoy ya hombres grandes con sus propias familias formadas, continúo viéndolos, y me pregunto si quizás, tal vez…recuerden aquellas tardes de primavera tan lejanas… en las que comenzó a florecer mi vena literaria.

2012 copyright © derechos Reservados

jueves, 5 de abril de 2012

En mi auto



Libertad.

Subirme al auto y como en un breve ritual, girar la llave en el contacto, encender el reproductor de música, las luces, ajustarme el cinturón de seguridad y darle marcha atrás para sacarlo de la cochera…y ahora: ¡el mundo!

Sí, mi pequeño mundo particular y privado delimitado por cinco puertas, ventanillas, parabrisas y luneta. Tan pequeño y tan inmenso como para darme la más maravillosa sensación de libertad e intimidad al mismo tiempo.

Me basta con recorrer unos pocos kilómetros desde mi casa para encontrarme en la ruta, rodeada de campos interminables y de un horizonte que se colorea según la hora del día.

No sé si les pasa a muchos o a pocos, pero al menos para mí, no existe mejor lugar donde encontrarme conmigo misma que cuando conduzco sin rumbo y sin tiempo, siempre acompañada por la música que varía conforme cambian mis estados de ánimo, y estos lo hacen con increíble velocidad aún a mi pesar. Según sea el derrotero de mis pensamientos, puedo pasar de la euforia más grande a la tristeza más profunda casi sin transición. Puedo cantar con mi voz de gallo madrugador hasta quedarme ronca o llorar con tanto desconsuelo que tengo que detenerme porque llega un momento en que las lágrimas no me dejan ver.

Y todo esto es posible sólo en la intimidad de mi auto. Allí soy libre y siento que nada puede abatir el aleteo de mis alas siempre ansiosas de volar lejos.

La libertad y la independencia me son esenciales. Sin ellas no tendría vida; todo carecería de sentido.

Cuando algo me altera, me perturba en ese equilibrio y paz interior que tan afanosamente construyo día a día, me instalo tras el volante y conduzco…y así como pasan los números en el cuentakilómetros, pasan en mí los sentimientos que me desbordaron…me aquieto por dentro… y por fuera.

Pero por otro lado, cuando estoy tan feliz que reír no me alcanza, también es tras el volante que puedo dar rienda suelta a esa locura de alegría y euforia que, obviamente, necesito encausar para que no me descentre de ese eje de equilibrio que mencioné anteriormente.

En mi auto puedo sentirme “en casa”. Cada cosa que allí se encuentra tiene mi sello y su porqué. Son mis aromas, mis letras, mis notas musicales. Es mi ordenado desorden donde sólo yo sé dónde está cada objeto y me muevo entre ellos como pez en el agua.

El automóvil es el ámbito más pequeño y privado que podemos tener, y todo aquel que valora su independencia y libertad seguramente siente como yo con respecto a su auto. Aunque para quienes no conducen esto pueda parecer una idiotez, sé que muchos compartirán mi manera de sentir!

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